Arabako Beleentzaleen Elkartetik, Iñigo Bastida jaunak hain zuzen, deitu zidatenean onartu behar dut ohore bezala hartu nuela erronka. Asmo eta ilusio horrekin, Gasteizko belenak erakusketa jartzen den el Karmen elizan Gabonaldia Pregoia eman nuen.
Debo reconocer, que desde que me pidieron ser el "pregonero de la navidad" me sentí honrado por que se hubieran fijado en mí. Desde la Asociación de Belenistas de Álava, en concreto Iñigo Bastida, me demandaron una mirada desde la antropología hacia la Navidad, y en concreto hacia la representación del "Nacimiento". Con ese ánimo dicté mi pregón en un aforo de El Carmen (el lugar dónde desde pequeño he disfrutado, también con mis hijos, de la magia de las figuras y el arte de los belenes) abarrotado de gente. Fue un auténtico lujo y un orgullo como vitoriano.
LA NAVIDAD COMO EXPRESIÓN CULTURAL
Desde que el hombre es hombre ha
buscado adaptar sus ciclos festivos
a los ciclos de la vida, fundamentalmente por su dependencia durante siglos de
la agricultura y la ganadería. Así la naturaleza, y es esta una perspectiva
fundamentalmente ecologista, marcaba los ritmos del tiempo de labor y del
tiempo mágico, del tiempo sanador, es decir del tiempo festivo. Uno de esos
ciclos es el que coincide en todo el hemisferio norte con el solsticio de
invierno, con el parón de la naturaleza, de la vida. Es este un tiempo de poca
luz, de oscuridad, de recogimiento doméstico y familiar. Precisamente por todo
ello se celebra el momento en que comienzan a ganar peso la luz y el calor, por
lo tanto el acercamiento paulatino al despertar de la naturaleza con la
esperada primavera. De ahí que los romanos celebraran el “Natalis Solis
Invicti-Nacimiento del Sol Invicto”, festividad asociada al nacimiento del dios
Apolo. Pero con la cristianización, las fiestas paganas se readaptan y en el
imaginario cristiano se decide recordar el nacimiento de Jesucristo, allí en
Belén, un 25 de diciembre hace 2017 años. Desde entonces la “Natividad”, este
tiempo desde adviento hasta la festividad de los Reyes Magos se celebra entre
nosotros con toda una serie de rituales, profanos y religiosos, que coinciden
en algo característico de toda fiesta: su magia. Y es que la magia impregna la
festividad de la navidad. Invito a la concurrencia a recordar. Por favor
piensen en las navidades de su infancia, en las de su juventud, en las de su
actual madurez pensando en la ilusión de hijos o, quizás ya, nietos.
Reconocerán que en todas ellas la ilusión, la alegría, la reunión o el
misterio, es decir la magia, por la llegada de Dios y de los Magos de Oriente
están presentes.
Bien, pues uno de esos rituales
navideños es en nuestro entorno cultural el Belén o Nacimiento. Se suele ubicar su nacimiento, valga la
redundancia, en el S. XIII y su autoría se atribuye a San Francisco de Asís que
en la Navidad de 1223 realizó un Belén viviente en una gruta de Greccio. Es
pues el Nacimiento una de las tradiciones más hermosas de nuestra navidad. A
pesar de la introducción de elementos llegados del norte de Europa, como son el
abeto de navidad y Santa Claus, o recreaciones propias como es el cuento de Olentzero, el Belén es sin
duda el elemento ritual que más se aproxima a la esencia de la navidad. Les
pido de nuevo que recuerden su infancia, que actualicen su memoria navideña,
que vivan el presente también. ¿Acaso no hay un Nacimiento en esas imágenes?
Las
modas lo invaden todo,
nuestras formas de consumo, de ocio, de cultura. Pero en los últimos tiempos parece
generalizarse una moda, más cimentada en las ocurrencias de algunos que en la
documentación, que hace de la demolición de todo lo anterior una profesión de
fe y progresía. Las tradiciones, costumbres o raíces que nos conforman como
sociedad, entre ellas la tradición
belenista, son cuestionadas, y eso en principio no está mal, desde un espíritu auto-destructor muy alejado de
esa crítica constructiva que hace avanzar a todo grupo humano. Así, los
sustentos antropológicos que han definido nuestra identidad (múltiple y
diversa, ciertamente, pero identidad al fin y al cabo) hasta nuestros días, son
sometidos a una sistemática acción de demolición para ser anulados, en algunos
casos, o sustituidos, en otro, por rituales que tienen que ver más con el
esperpento que con el devenir diacrónico de nuestra historia. Esta moda está
penetrando absolutamente todos los aspectos de eso que Durkheim denominaba
“conciencia colectiva” y en esta época le toca también a una de nuestras
festividades más importante: la navidad. Así, determinados sectores ideológicos
están recuperando la idea de las “Saturnales”
romanas, para buscar el reencuentro con las celebraciones paganas del solsticio
de invierno, frente a nuestras “navidades cristianas”. De esta forma se está generalizando el uso de
expresiones como “felices saturnales” o “felices fiestas de solsticio de
invierno”. Determinados ayuntamientos han celebrado la fiesta de las “magas de
la navidad”, pues se considera una forma laica y republicana de festejar este
tiempo festivo invernal frente a las navidades tradicionales, que son
consideradas una fiesta retrógrada. La
ciudadanía es libre de hacer con su vida lo que sea, no seré yo quien diga lo
contrario, pero tratándose de personajes que se deben a la cosa pública y con
el ánimo de documentar con seriedad su propuesta imagino que se habrán
encontrado infinidad de tesis doctorales realizadas sobre el tema en numerosas
universidades del mundo y bibliografía abundante al respecto de importantes
eruditos, sociólogos, etnógrafos y estudiosos de los rituales festivos. ¿O no? Ya
el pasado año una importante ciudad española promovió unas navidades más
“laicas”, con propuestas como la celebración del solsticio de invierno y la
fiesta de la luz, o la campaña “no somos rosas ni azules”; otra no menos importante capital también
apostó porque no hubiera belenes en las calles, pues otras comunidades religiosas
podrían verlo como una ofensa; incluso una ciudad a la que acuden anualmente miles
de peregrinos decidió suprimir el belén
navideño de su mundialmente conocida plaza para sustituirlo por unos abetos; o
el caso de una hermosa villa mediterránea que también eliminó la proyección de
motivos navideños en la fachada de la casa consistorial, para sustituirlos por
figuras más laicas. La lista sería interminable si añadimos la negativa de
ludotecas, colegios, residencias y
organismos que sustituyen villancicos, nacimientos y zambombas por hip hop,
castillos de play móvil o degustaciones de cuscús, pensando de esta forma ser
mucho más progresistas. Creo sinceramente que nunca nadie dio tan pobres
argumentos como los que esta especie de “laicidad
Disney”, tan alejada de la de otras sociedades de nuestro entorno europeo, está
aportando.
Las manifestaciones culturales de origen
religioso de nuestra actual sociedad, evidentemente secularizada, no tienen por qué ser vistas como una
práctica de fe, sí lo serán para quienes se consideran creyentes, pero para
otros muchos son simples rasgos de nuestra tradición cultural, forman parte de nuestro patrimonio material
e inmaterial. Basta que se den ustedes una vuelta por sociedades mucho más
laicas, y desde hace mucho más tiempo, que la nuestra para comprobar lo que
estoy diciendo. En Francia qué decir de la navidad en los pueblos de Alsacia
como Colmar o Kayseberg, en París, en Estrasburgo, en todas sus ciudades la
fiesta mayor del año se celebra alrededor del “Marché de Nöel. En Alemania el
momento más importante del año, tanto de reunión familiar como de socialización
amical, se realiza en torno al Chistmas
Market , recuerdo con especial agrado el
Weihnachtsmarkt de Friburgo y el vino caliente, “Gluhwein”, tomado allí
en compañía de inolvidables amigos. Podríamos seguir por los distintos mercados
de Bruselas, especialmente el ubicado en la Grand Place, o Brujas, con su famoso Kerstmarkt Brugen, en
todos ellos se puede disfrutar de villancicos y música religiosa mientras se
degusta una estupenda “bière de nöel” viendo pasar a los Reyes Magos junto al
típico Sinterklaas o Papá Nöel belga. Acudir a visitar los belenes y escuchar
música en las iglesias iluminadas durante estas fechas, poner abetos o
nacimientos en las comunidades de vecinos, oficinas, colegios y hospitales, no
es visto como una liturgia religiosa sino como un práctica cultural que
indudablemente ha llegado hasta nuestros días desprovista de la sacralización
de antaño; pero no por ello se cuestiona su presencia en los espacios públicos
y mucho menos su eliminación. Ya lo dijo la inigualable Erma Bonbek: “No hay
nada más triste en este mundo que levantarse la mañana de navidad y no ser un
niño”.
¡Cuidado! A
este paso no solamente nos podemos cargar la misma esencia de la navidad,
también nos podríamos cargar su magia, y sin ese tiempo mágico, necesario,
cualquier ritual festivo pierde su razón de ser como revitalizador y sanador de
su tejido social para seguir siendo tiempo de cotidianidad. Por eso deseo subrayar
la importante labor que haceis desde las asociaciones
belenistas, vuestro trabajo es fundamental para mantener viva la llama de
la navidad, ese profundo mensaje que
debiera marcar el camino de nuestras actuales sociedades de bienestar y que tan
desdibujado está quedando, en definitiva el mensaje que nos dio quien está
representado allí en un humilde pesebre de cualquier “Belén”: “Amaos los unos a
los otros como yo os he amado”. Ese es el verdadero mensaje de la Navidad y
dura 365 días.
Jesús Prieto
Mendaza/Antropólogo y
profesor
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